viernes, 25 de noviembre de 2011

Pero quién, en su sano juicio, me tomaría por una mentirosa?
Y quién, en su locura, creería que digo la verdad?

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Un saludito a la prima de riesgo.

Hace frío, y no hablo del tiempo atmosférico.
A veces siento curiosidad y marco un número de teléfono aleatorio, llamo, a veces descuelgan. A veces saludo y digo ¡Hola! ¡Qué tal! y me cuelgan. El día que consiga mantener una conversación telefónica con un desconocido aleatorio, y nada más.
A veces intento acercarme a una mosca y que se suba a mi dedo, nunca lo consigo.
A veces nebulosa Cabeza de Caballo, oscura que no emite ni refleja ninguna luz por estar lejos de las estrellas, pero sí absorbe la luz de objetos que están detrás de ella. A veces de reflexión, a veces emito. A veces Pléyades. A veces nada.
A veces las personas mienten porque son incapaces de decir lo que sienten, como se sienten realmente. Una mentira es siempre un secreto. 
Me gustaría estar viva cuando reventara el sol, debe ser algo alucinante.
También me gustaría ser un pedo, debe ser algo maravilloso.
Una vez escuché música clásica mientras observaba el vuelo de una mariposa a cámara lenta. Aún ahora sigo convencida de que la música salía de sus alas al batirlas. La novena sinfonía de Beethoven pasó entonces a llamarse Mariposa de media noche. 
Una vez una extraña anduvo por la calle paralelo su cuerpo al mio durante mucho rato, su cuerpo, a veces, se balanceaba y rozaba mi lateral izquierdo. Tal vez fueron 20 calles, 3 manzanas, 10 minutos... no lo sé. Lo único que sé es que cuando desapareció la eché de menos todo el día, toda la semana, todo el año.
Una vez me persiguió un hombre con un violonchelo, tuve ganas de besarle.
Una vez le arranqué a alguien un trozo de oreja de un mordisco. Nunca olvidaré ninguna de las dos sensaciones.
Una vez escribí una carta. Alguien la leyó y dijo "es increíble como escribes". Yo respondí "no, es increíble como lo haces tú". Nunca lo entendió.
Cuando miro a un espejo nunca sé si soy yo la que la mira o es ella quien me mira a mi. 
Cuando quiero que un perro me chupe, sólo tengo que tocarlo.
Cuando llegué, las sabanas estaban aún calientes. No tuve más preguntas. Tampoco obtuve más respuestas. Y, como una yonkie de alta gama, nunca tuve suficiente.

En el momento en el que alguien pasa a ser literatura, y nada más.
Entonces me desnudé, me tumbé al sol, y empezaron a brotar brotes de mi piel que florecerían tras el invierno.
Y es que tú y yo, como en las series de televisión o las películas románticas, somos típicamente aquellas que no niegan el amor que sienten pero que sin embargo, tampoco admiten mientras el resto del infinito no habla de otra cosa que del mismo. Y, como en las series de televisión o en las películas románticas, siempre alguna deja de ser silencio y evidencia y pasa a ser palabra o beso.
Te he querido tanto que no sólo conozco mi vida sin ti, sino que no alcanzo a entender tu vida sin mi.

Lo cierto es que no amo más a la mujer de hoy que a la de mañana, ni menos.
Y es que no es mi amor lo que me va a matar, sino el tuyo.

Nunca supe si tomarme como un halago que tus ojos me miraran, a veces pienso que tal vez debería haber hecho cubitos de hielo con ellos y servirlos en un vaso con whisky.
Me digo que el tiempo siempre está detenido, que la muerte es lo que sucede a la vida y que ambas son iguales, pero contrapuestas.
Me digo que la palabra inocente es una palabra extremadamente sucia.
Me digo papaya, merengue, pollo, gallina.
Calcetines de colores y sugus para todos.
Pregunto que por qué funcionas de igual manera que algo que no funciona.
Y es que resulta que soy así por haber nacido en invierno.