Voy a cerrar los ojos de mi culo. Nada existe detrás de mi trasero. Mi cuerpo, apartir de ahora, no puede rotar.
Cada mañana, cuando abra los ojos, romperé aguas.
Y mi vida no se regirá por palabras, porque cada mañana, acabaré de nacer, y todavía no sabré cómo hablar, ni si tengo algo que decir.
Cuando me despierte, mis sentidos guiarán a mi cuerpo. Y no mi mente.
Y cuando mis ojos se inchen y no quieran dormir más, abriré los párpados.
Cuando mi espalda se arquee dolorida, la estiraré.
Cuando mi lengua esté seca, le daré de beber.
Y cuando mi cabeza diga: Me da palo
Cuando mi cabeza diga: Vaya sueño de mierda
Cuando mi cabeza diga: Gilipollas
Cuando mi cabeza, simplemente diga digo...
Volveré a cerrar los ojos, y volveré a despertarme.
Cuando mi estómago tenga hambre, comeré.
Cuando mi sexo se humedezca, le daré de comer.
Cuando una chica me miré, le sonreiré.
Cuando mi mente hable y utilice alguna de las palabras prohibidas, no la escucharé.
Porque los cuentos, cuentos son.
Y tan solo tendré una palabra sagrada para conmigo misma... NO.
Cuando mi estómago se contraiga asustado, y mi abdomen le proteja rígido... me quedaré quieta y atenta, y cuando empiece a contarme el cuento... diré NO, y sonará OM.
Me frotaré la tripa y... si no sana hoy, sanará mañana.
domingo, 17 de agosto de 2014
domingo, 23 de marzo de 2014
Me dan ganas de partirme el pecho y sacarme el
corazón.
Morderlo, romperlo, y tirarlo al aire esperando que
lo traiga de nuevo mi perro.
Vaya, así al menos podría sacarle provecho.
¿Por qué llevaría alguien un reloj roto?
¿Por qué he de llevar yo en el pecho este corazón
roto?
No es un tesoro, no quiero transmitir la joya de la
corona,
no quiero que nadie herede el amor roto de mis
ancestros.
¿Quién dio a entender que las reliquias siempre
tienen que ser buenas?
Maldito cabrón el que vino detrás y para
solucionarlo tan sólo se limitó a decir:
¡Maldición!
Y aquí estoy yo, maldita.
Puedo oírles a todos a través de mi cuerpo.
Mira, ahí va mi abuela María.
Hey! Ahí está mi tía Carolina.
Esa sonrisa es de tu tía Clara.
Cuando me muerdo el meñique es mi tío Daniel el que
habla.
¿Cómo no va a estar super poblado El Mundo?
Con tanta herencia espiritual.
Con tanta basura emocional.
No es de extrañar que los antiguos prefiriesen la
comunicación gestual o mental.
Sino se hubieran vuelto locos, como lo estamos ahora
todos nosotros, de tanto hablar y nunca saber, en realidad, con quién se habla.
A veces me siento como un niño, corriendo en la plaza,
creyéndome libre.
Sabiendo en realidad que mis padres siempre estarán
en la acera, vigilando que no salte a la carretera, cuidando de mí.
No sé qué
hay ahí fuera, lejos de ésta carne y ésta piel.
Sin embargo siento como ésta carne y ésta piel,
lejos de ser libres, quieren romperse y dejarme salir ahí fuera.
Todo lo que existe está imantado.
Todo lo que me rodea me intuye.
Pero no todo lo que me rodea me llama.
Todo lo que existe está imantado y no por ello a la
misma cosa.
Sin embargo deriva en el mismo delta, se evapora del
mismo océano y cae del mismo cielo. Riega el mismo suelo y no por ello la
cosecha es la misma.
Si es cierto que soy polvo de estrella la mía se
llama prestar atención.
Y esa es la fuerza que he elegido, invisible, para
prestarle culto;
El ojito derecho de Dios.
Si mi carne y ésta piel, quieren romperse y dejarme
salir, puede que alguien haya prestado atención y se pregunté por qué.
Por qué
no me he decidido a salir.
Amiga, la respuesta es muy simple
y para todos la misma.
Me da miedo.
Cómo cualquier otro deseo.
Rococo rococo rococo ...
domingo, 16 de marzo de 2014
Antes
podía atraparla, la belleza que entra por la puerta de mi casa cuando cae el
sol.
Oh,
es de cristal rugoso, y tiene una reja de hierro. El sol se refleja, y el universo
te llama a cruzar esa puerta, a dirigirte a esa luz.
Cuando
uno se mira en el espejo sólo se reconoce como propio en los ojos.
Me
estoy mirando en el espejo, intento mover conscientemente mis músculos. Muevo
la lengua, parpadeo. Hago algo que en castellano no sé cómo se llama y que son
ganyotes. Levanto los brazos, me miro las manos. Muevo los dedos. Saco la
lengua y la dejo muerta entre mis labios muertos. La observo, y me miro a los
ojos.
Me doy
cuenta de que ninguno de mis movimientos es consciente y de que mi respiración
es mecánica. Y, cuando me miro a los ojos… ¿quién anda ahí? Es lo único que
puedo decir.
No
sé si es por la luz reflejada en ellos, que me llaman la atención. Sólo sé que
se reflejan hasta el infinito.
Cuando
me miraba en el espejo, me di cuenta de que ninguno de mis movimientos era
consciente, de que mi cerebro sabía que debía hacer y cómo sin que yo me
enterara apenas. ¿Y yo soy un ser sensible? Me recordaba ayer una amiga de mi …
cuando recordaba cómo de niños sentíamos el tacto de la tierra, de la hierba, de
la vida en primavera.
Pensé,
vaya, la respiración si puede ser consciente.
Intenté
respirar de forma consciente, cogí aire por la nariz, lo retuve el tiempo
necesario,
ni
más,
ni
menos,
y el
decidió cuando era momento de salir.
Expulsé
el aire y respire profundo.
Cerré
los ojos, me relajé. Dejé de intentar y observé
cómo
mi cuerpo trabajaba de forma ordenada y tranquila,
cómo
entraba el aire y circulaba y luego salía.
El
pecho que se hinchaba, la columna, se estiraba.
Mi
cuerpo podría confundirse con algo pesado, pero lo sentía tan ligero.
Y en
contacto con el mundo, de forma homogénea.
Oh,
es tan ligero el mundo.
A
veces parece una fantasía.
Cuando
abrí los ojos, lo hice de forma consciente.
Cuando
moví la lengua para crear saliva entre mis labios cerrados, lo hice de forma
consciente.
Me
incorporé de forma consciente, del modo en que quise y cuando quise, y sentí cómo
venía cada movimiento, y tuve la sensación, de que recordaba que no soy una
máquina, ni un cuerpo. Tuve la sensación de que tomo decisiones desde hace
mucho tiempo.
Vaya,
me sentí asombrada.
Estaba
disfrutando
Despertando
mi cuerpo dormido
Recordándole
la vida.
Y la
luz del sol todavía no había muerto en mi salón.
Antes
de irse, me dijo:
Cuando
hables, hazlo de forma consciente.
Vaya,
había empezado a escribir casi afirmando que había perdido la capacidad de
atrapar la belleza. Y he terminado recordando que no es eso lo que pretendo.
domingo, 2 de febrero de 2014
Cuidado,
estoy durmiendo.
Estoy
dormida sobre el colchón, tendida y desnuda, encogida, preparándome para nacer.
La
luz, el sol, la ventana de mi habitación.
La
mosquitera, menos ruidosa que una metralleta, agujerea mi colchón.
Primero,
a lo largo y ancho de su extensión izquierda, en diagonal.
Cuidado,
porque estoy durmiendo, y me huele la piel a primavera.
La
mosquitera perfora mi espalda, siento un hormigueo y arqueo algo menos el tronco.
Ahora
mis brazos, más extendidos. Ahora mis piernas, menos encogidas.
Ahora
mi parto, empieza a ver la luz.
Tengo
ganas de acariciarme el hueso de la cadera, y me beso la mejilla, desde aquí, a
lo lejos.
Soplo
entre mi pelo, siempre con cuidado.
Y
remuevo con mis dedos el cabello.
El
21 y el 13 ya se unieron.
Me
parecía estar temiendo, me parecía tener miedo.
Me
parecía de golpe tan quieto, y, hasta muerto, el océano.
Y
yo, sobre el mismo de pie, mirando desde arriba, decidí tumbarme.
Cuidado,
porque me quedé dormida.
Y
las semillas en mi espalda florecieron, haciéndose de día.
La
mosquitera dio con mi cara, y me contraí.
La
sangre manaba, como agua salada.
Y
cada mañana, cuando estoy de parto, dejo de anidar en mi cuerpo para convertirme
en él.
Hasta
que abro los ojos y veo los suyos.
Y
creo estar siempre ante la primera declaración de amor del mundo.
Y es
que cada noche,
cuando
estoy muriendo,
y
veo una luz, en realidad estoy naciendo.
Y es que cada mañana
cuando estoy durmiendo
y anhelo besarme la mejilla, otros labios
besan los míos, cuando estoy durmiendo. Y entonces me convierto en mis labios.
Y
así, cada mañana, mientras desde aquí, a lo lejos, me quiero de nuevo,
otro
cuerpo, tan caliente como el mío, con cuidado
me
acaricia la barbilla y me besa la clavícula.
Y
así es cómo he comprendido que suceden las cosas:
mientras uno sueña de día.
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