Antes
podía atraparla, la belleza que entra por la puerta de mi casa cuando cae el
sol.
Oh,
es de cristal rugoso, y tiene una reja de hierro. El sol se refleja, y el universo
te llama a cruzar esa puerta, a dirigirte a esa luz.
Cuando
uno se mira en el espejo sólo se reconoce como propio en los ojos.
Me
estoy mirando en el espejo, intento mover conscientemente mis músculos. Muevo
la lengua, parpadeo. Hago algo que en castellano no sé cómo se llama y que son
ganyotes. Levanto los brazos, me miro las manos. Muevo los dedos. Saco la
lengua y la dejo muerta entre mis labios muertos. La observo, y me miro a los
ojos.
Me doy
cuenta de que ninguno de mis movimientos es consciente y de que mi respiración
es mecánica. Y, cuando me miro a los ojos… ¿quién anda ahí? Es lo único que
puedo decir.
No
sé si es por la luz reflejada en ellos, que me llaman la atención. Sólo sé que
se reflejan hasta el infinito.
Cuando
me miraba en el espejo, me di cuenta de que ninguno de mis movimientos era
consciente, de que mi cerebro sabía que debía hacer y cómo sin que yo me
enterara apenas. ¿Y yo soy un ser sensible? Me recordaba ayer una amiga de mi …
cuando recordaba cómo de niños sentíamos el tacto de la tierra, de la hierba, de
la vida en primavera.
Pensé,
vaya, la respiración si puede ser consciente.
Intenté
respirar de forma consciente, cogí aire por la nariz, lo retuve el tiempo
necesario,
ni
más,
ni
menos,
y el
decidió cuando era momento de salir.
Expulsé
el aire y respire profundo.
Cerré
los ojos, me relajé. Dejé de intentar y observé
cómo
mi cuerpo trabajaba de forma ordenada y tranquila,
cómo
entraba el aire y circulaba y luego salía.
El
pecho que se hinchaba, la columna, se estiraba.
Mi
cuerpo podría confundirse con algo pesado, pero lo sentía tan ligero.
Y en
contacto con el mundo, de forma homogénea.
Oh,
es tan ligero el mundo.
A
veces parece una fantasía.
Cuando
abrí los ojos, lo hice de forma consciente.
Cuando
moví la lengua para crear saliva entre mis labios cerrados, lo hice de forma
consciente.
Me
incorporé de forma consciente, del modo en que quise y cuando quise, y sentí cómo
venía cada movimiento, y tuve la sensación, de que recordaba que no soy una
máquina, ni un cuerpo. Tuve la sensación de que tomo decisiones desde hace
mucho tiempo.
Vaya,
me sentí asombrada.
Estaba
disfrutando
Despertando
mi cuerpo dormido
Recordándole
la vida.
Y la
luz del sol todavía no había muerto en mi salón.
Antes
de irse, me dijo:
Cuando
hables, hazlo de forma consciente.
Vaya,
había empezado a escribir casi afirmando que había perdido la capacidad de
atrapar la belleza. Y he terminado recordando que no es eso lo que pretendo.
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