Me dan ganas de partirme el pecho y sacarme el
corazón.
Morderlo, romperlo, y tirarlo al aire esperando que
lo traiga de nuevo mi perro.
Vaya, así al menos podría sacarle provecho.
¿Por qué llevaría alguien un reloj roto?
¿Por qué he de llevar yo en el pecho este corazón
roto?
No es un tesoro, no quiero transmitir la joya de la
corona,
no quiero que nadie herede el amor roto de mis
ancestros.
¿Quién dio a entender que las reliquias siempre
tienen que ser buenas?
Maldito cabrón el que vino detrás y para
solucionarlo tan sólo se limitó a decir:
¡Maldición!
Y aquí estoy yo, maldita.
Puedo oírles a todos a través de mi cuerpo.
Mira, ahí va mi abuela María.
Hey! Ahí está mi tía Carolina.
Esa sonrisa es de tu tía Clara.
Cuando me muerdo el meñique es mi tío Daniel el que
habla.
¿Cómo no va a estar super poblado El Mundo?
Con tanta herencia espiritual.
Con tanta basura emocional.
No es de extrañar que los antiguos prefiriesen la
comunicación gestual o mental.
Sino se hubieran vuelto locos, como lo estamos ahora
todos nosotros, de tanto hablar y nunca saber, en realidad, con quién se habla.
A veces me siento como un niño, corriendo en la plaza,
creyéndome libre.
Sabiendo en realidad que mis padres siempre estarán
en la acera, vigilando que no salte a la carretera, cuidando de mí.
No sé qué
hay ahí fuera, lejos de ésta carne y ésta piel.
Sin embargo siento como ésta carne y ésta piel,
lejos de ser libres, quieren romperse y dejarme salir ahí fuera.
Todo lo que existe está imantado.
Todo lo que me rodea me intuye.
Pero no todo lo que me rodea me llama.
Todo lo que existe está imantado y no por ello a la
misma cosa.
Sin embargo deriva en el mismo delta, se evapora del
mismo océano y cae del mismo cielo. Riega el mismo suelo y no por ello la
cosecha es la misma.
Si es cierto que soy polvo de estrella la mía se
llama prestar atención.
Y esa es la fuerza que he elegido, invisible, para
prestarle culto;
El ojito derecho de Dios.
Si mi carne y ésta piel, quieren romperse y dejarme
salir, puede que alguien haya prestado atención y se pregunté por qué.
Por qué
no me he decidido a salir.
Amiga, la respuesta es muy simple
y para todos la misma.
Me da miedo.
Cómo cualquier otro deseo.
Rococo rococo rococo ...