domingo, 23 de marzo de 2014

Me dan ganas de partirme el pecho y sacarme el corazón.
Morderlo, romperlo, y tirarlo al aire esperando que lo traiga de nuevo mi perro.
Vaya, así al menos podría sacarle provecho.
¿Por qué llevaría alguien un reloj roto?
¿Por qué he de llevar yo en el pecho este corazón roto?
No es un tesoro, no quiero transmitir la joya de la corona,
no quiero que nadie herede el amor roto de mis ancestros.
¿Quién dio a entender que las reliquias siempre tienen que ser buenas?
Maldito cabrón el que vino detrás y para solucionarlo tan sólo se limitó a decir:
¡Maldición!

Y aquí estoy yo, maldita.

Puedo oírles a todos a través de mi cuerpo.
Mira, ahí va mi abuela María.
Hey! Ahí está mi tía Carolina.
Esa sonrisa es de tu tía Clara.
Cuando me muerdo el meñique es mi tío Daniel el que habla.

¿Cómo no va a estar super poblado El Mundo?
Con tanta herencia espiritual.
Con tanta basura emocional.

No es de extrañar que los antiguos prefiriesen la comunicación gestual o mental.

Sino se hubieran vuelto locos, como lo estamos ahora todos nosotros, de tanto hablar y nunca saber, en realidad, con quién se habla.

A veces me siento como un niño, corriendo en la plaza, creyéndome libre.
Sabiendo en realidad que mis padres siempre estarán en la acera, vigilando que no salte a la carretera, cuidando de mí. 
No sé qué hay ahí fuera, lejos de ésta carne y ésta piel.
Sin embargo siento como ésta carne y ésta piel, lejos de ser libres, quieren romperse y dejarme salir ahí fuera.

Todo lo que existe está imantado.
Todo lo que me rodea me intuye.
Pero no todo lo que me rodea me llama.
Todo lo que existe está imantado y no por ello a la misma cosa.
Sin embargo deriva en el mismo delta, se evapora del mismo océano y cae del mismo cielo. Riega el mismo suelo y no por ello la cosecha es la misma.

Si es cierto que soy polvo de estrella la mía se llama prestar atención.
Y esa es la fuerza que he elegido, invisible, para prestarle culto;
El ojito derecho de Dios.

Si mi carne y ésta piel, quieren romperse y dejarme salir, puede que alguien haya prestado atención y se pregunté por qué. 
Por qué no me he decidido a salir.

Amiga, la respuesta es muy simple
y para todos la misma.
Me da miedo.
Cómo cualquier otro deseo.

Rococo rococo rococo ...

domingo, 16 de marzo de 2014

Antes podía atraparla, la belleza que entra por la puerta de mi casa cuando cae el sol.
Oh, es de cristal rugoso, y tiene una reja de hierro. El sol se refleja, y el universo te llama a cruzar esa puerta, a dirigirte a esa luz.
                                                 
Cuando uno se mira en el espejo sólo se reconoce como propio en los ojos.
Me estoy mirando en el espejo, intento mover conscientemente mis músculos. Muevo la lengua, parpadeo. Hago algo que en castellano no sé cómo se llama y que son ganyotes. Levanto los brazos, me miro las manos. Muevo los dedos. Saco la lengua y la dejo muerta entre mis labios muertos. La observo, y me miro a los ojos.
Me doy cuenta de que ninguno de mis movimientos es consciente y de que mi respiración es mecánica. Y, cuando me miro a los ojos… ¿quién anda ahí? Es lo único que puedo decir.

No sé si es por la luz reflejada en ellos, que me llaman la atención. Sólo sé que se reflejan hasta el infinito.

Cuando me miraba en el espejo, me di cuenta de que ninguno de mis movimientos era consciente, de que mi cerebro sabía que debía hacer y cómo sin que yo me enterara apenas. ¿Y yo soy un ser sensible? Me recordaba ayer una amiga de mi … cuando recordaba cómo de niños sentíamos el tacto de la tierra, de la hierba, de la vida en primavera.
Pensé, vaya, la respiración si puede ser consciente.

Intenté respirar de forma consciente, cogí aire por la nariz, lo retuve el tiempo necesario,
ni más,
ni menos, 
y el decidió cuando era momento de salir.
Expulsé el aire y respire profundo.
Cerré los ojos, me relajé. Dejé de intentar y observé
cómo mi cuerpo trabajaba de forma ordenada y tranquila,
cómo entraba el aire y circulaba y luego salía.
El pecho que se hinchaba, la columna, se estiraba.
Mi cuerpo podría confundirse con algo pesado, pero lo sentía tan ligero.
Y en contacto con el mundo, de forma homogénea.
Oh, es tan ligero el mundo.
A veces parece una fantasía.

Cuando abrí los ojos, lo hice de forma consciente.
Cuando moví la lengua para crear saliva entre mis labios cerrados, lo hice de forma consciente.
Me incorporé de forma consciente, del modo en que quise y cuando quise, y sentí cómo venía cada movimiento, y tuve la sensación, de que recordaba que no soy una máquina, ni un cuerpo. Tuve la sensación de que tomo decisiones desde hace mucho tiempo.
Vaya, me sentí asombrada.
Estaba disfrutando
Despertando mi cuerpo dormido
Recordándole la vida.

Y la luz del sol todavía no había muerto en mi salón.
Antes de irse, me dijo:
Cuando hables, hazlo de forma consciente.

Vaya, había empezado a escribir casi afirmando que había perdido la capacidad de atrapar la belleza. Y he terminado recordando que no es eso lo que pretendo.