sábado, 13 de octubre de 2012

Escribo desde el centro de un avión. Asiento 10B. Emergency break. El sol se pone sobre las nubes. 

Como Jesús, yo también se andar sobre el agua. Escribo desde este avión por qué no sé volar y necesito quién me alce. Rompo la ventana, me hallo en lo alto de la troposfera. 
Me preguntas que qué es lo que he venido a hacer aquí, te respondo que este lugar es el 1% de probabilidades de detener al huracán. 

No sé si saldrá bien.

La densidad de las nubes invita al sueño. La luna menguante sonríe en el extremo. Me acerco y me siento en su filo. En vez de preguntarme si habitan peces en este mar me pongo a pescar. El avión del que he bajado hace un rato parece que avanze en círculos. Un pasajero me fotografía. 

Sí, soy el niño de Dream Works, y aún no lo sabía.

Ha estallado una tormenta. Son agradables los rayos y los truenos bajo mis pies. Me gusta esta perspectiva. 

Me acuna la luna y tararea. Hay algo diabólico en su melodia que no me deja pensar con claridad. Te llama con fuerza desde la boca del estómago, arrastrándote a un estado de inconsciencia que imagino que debe ser un coma, pero apenas es audible. El sonido se acaba perdiendo y deja de mecerme. Es entonces cuando averiguo que ha dejado de llover, que las nubes emergen de nuevo en los orificios  de las ballenas, que a alguien se le ha olvidado tender la lavadora y huele de nuevo la tierra.

Ahora entiendo que la luna es una sirena. 

No tengo a donde ir sin un suelo sobre el que caminar. De golpe las voces de todos los adultos del mundo me miran a los ojos para decirme "Es importante aprender a volar, cuando seas mayor lo entenderás". 

Si no he conseguido bajar cuando salga el sol, la luna me llevará con ella a ese lugar de uno mismo que sólo se pisa una vez en la vida. Aquel del que hablan las leyendas, leyendas de grandes hombres que lograron volver enteros de él.

Cierro los ojos y me tumbo bajo los árboles. Las sombras de las hojas parpadean en mi piel. Respiro tan plausible que me lleva en bolandas está calma a un estado de consciencia que imagino que debe ser un coma.







-Antes fuí un volcán, desperté de mi letargo y me deslicé en lava sobre su piel hasta secarme. No ves, cariño, que por eso no puedo salvarte? Soy como las piedras, diluida en el mundo...- 


Sentir la presión en el pecho pero sin estar bajo el agua. No sé cuanto aguantaré sin respirar antes de dejar de hacerlo. 

Silencio. Y amor...

Es triste que aún no seas consciente de que eres como las personas celosas, una infiel. 


Y quién es toda esta gente. Y qué hago aquí. Y dónde me he metido. 

Está todo aquí, y voy a vomitar. Oh, está todo aquí.
Está todo aquí, y voy a coger aire. Oh, está todo aquí. 


Ardió, ardió tan fogosa e intensamente que cuando alcé la cabeza 
ella ya no estaba allí. 
En su lugar, un montón de ceniza quedó espolvoreada sobre mi cuerpo. 
Oí un graznido, y entonces la vi. 
Volando en círculos sobre la maleza. 


Sentirte de una determinada forma 
no quiere decir que seas de esa determinada forma



Quiero a mi madre y no hablo de ella por respeto. 
Quiero a mi padre y no hablo de él porque no se lo merece.



Soy un niño tocando una bateria de cacerolas haciendo mucho ruido. Y no puedo parar. Me entretiene.
Todas mis voces hablan solas y a la par. Después está la que escucha. 
Es este desorden el huracán. Por eso busco incesante un lugar donde no sople el viento. 





Mercedes Milá caga en el mar y dice que: qui no ha cagat mai al mar no sap el que es la vida.




Entonces lejos de descender empiezo a subir, a subir y a subir, riendo. Me rio sin parar porque no sé lo que es la vida. Porque la luna me ha llevado con ella al lugar que todo el mundo teme. Y lo temen porque desconocen que para salir de él sólo hay que querer. Y lo temen porque desconocen. Aquí ya no sopla el viento.


Y ahora voy a contaros la única certeza que tengo:


Mi más alta aspiración es ser una hoja en blanco.





El aterrizaje ha sido como los de ryanair, forzoso.

Diviérteme, quiero que seas la bohemia.

martes, 9 de octubre de 2012


será porque hace mucho que no sueño
que quiero soñar a toda costa
y no importa como


Creía que no existía nada tan terrible y ahora descubro la hojalata...
Es como un mosquito. Como un bebé mosca. 
Da vueltas por tu habitación, incesante, sin ir a ningún sitio.
Aparece en tu campo de visión, desaparece.
Se posa en ti una vez, dos, tres. A veces la espantas y otras dejas que siga haciendo.

Observas como se refriega las patas, con curiosidad piensas que debe estar lavándose. Se lame primero, se frota después.
Se vuelve a ir.
Cuando olvidas su presencia, un fuerte zumbido inesperado te alerta de que sigue ahí, con más intensidad que antes. Te empieza a exasperar, barres el aire con la mano.
Vuelve de nuevo. Barres de nuevo el aire, pero con más agresividad.

Desaparece.

Te metes en la cama y apagas la luz, entonces...... el zumbido de nuevo.
Ahí está, revoloteando alrededor de tu oído. Yo sólo pienso en que no se cuele y me muerda el cerebro.

Y así es tu fantasma, siempre indecoroso y habitualmente molesto. Siempre sucio, siempre impredecible. 
Da igual cuanto de par en par abra las ventanas, mi carne se pudre y no te vas a ir hasta comerte el último gramo. Hasta criar en ella. Hasta que alguien abra la puerta y no quede de mi más que una colmena de moscas.

Aún recuerdo la primera vez que te vi. Cuando abandonaste el salón, aturdida, no conocía nada.
Desconocía  mis manos y desconocía mis pies. Desconocía el cielo y el suelo. Desconocía qué clase de cosa era yo. Desconocía la vida y sólo oía un zumbido, que lejos de remitir me desorientaba aún más. 

Desde entonces tengo el equilibrio roto y me muevo dando tumbos. 
Nunca habían ansiado los mosquitos mi sangre hasta que llegaste tú.

Te imagino en tu colmena, sentada en tu majestuoso trono dando órdenes, tejiendo miel con mi piel. 

En una ocasión conocí a la reina de todos los insectos.