jueves, 22 de septiembre de 2016

Ocurre

Y entonces ocurre, ocurre la reducción del tiempo, la unificación del mismo, su disolución. A cada segundo todo se mueve, todo cambia, todo se transforma, ya no sutil, ya no brusco, ya no radical, ya no vertiginoso. Cambia, sin más, sin menos y simultáneamente ocurre la adaptación, la transformación, incluido el cambio, todo a la vez. Ya no frenético, ya no así, ya no asá, ocurre, todo el tiempo, todo, de una sola vez, incluso la observación de lo que ocurre. Del no, del sí, de todo, ocurre.

Oh... incluso puede ocurrir el silencio, a la vez. El silencio que permite que se pare el mundo, y al mismo tiempo siga girando. El silencio que inspiro y el ruido que exhalo. El ruido que inspiro y el silencio que exhalo.
Ocurre, todo aquí y ahora.
Ocurre, una y otra, y otra y otra vez.

Ocurre.
Ocurre.
Ocurre.


No quiero parar el mundo para bajarme, quiero pararlo para que descanse y siga ocurriendo la mutabilidad de lo inmutable.
No quiero agarrarme a su cola, no quiero agarrarme, para qué necesito agarrarme cuando estoy disuelta en él.


Me anclo aquí, me anclo ahora, dónde todo ocurre, desde el lugar en que no se requiere unir las partes, sino desde la misma unión. Me anclo en mi.
Si pienso, oh... si pienso... si defino qué ocurre y cómo ocurre, lo fragmento. Círculo dentro de otro círculo, círculos por los que circulo como la sangre roja que me nutre de vida. 

Si solo ocurro, si todo ocurre aquí y ahora, ocurre también la fragmentación que permite la unión. Partículas atómicas dentro de átomos. Átomos creando moléculas. Moléculas que crean células, células que crean tejidos... ocurren, los círculos se acogen a si mismos, se permiten a si mismos. Ocurren y ocurriendo se unen, sin pretensión de unirse, naturalmente se hacen a si mismos y se permiten la unión.

Y cuando llega la tormenta eléctrica, los pensamientos fugaces y atronadores que desintegran... acojo el ciclo y permito el fin que permite el comienzo.
Ocurro, existo, me acojo, al mismo tiempo, en el único tiempo, no importa el modo, no importa la forma, sea lo que sea, como sea, lo dejo ocurrir, lo dejo ser. Me permito existir, aquí y ahora, como sea, está bien, estoy a salvo. Estamos a salvo.

En la quietud y el movimiento, en el cambio y la transformación, en todo estoy, nada más, nada menos. En órbita, sobre mi propio eje rotando, sobre mi propio eje orbitando, haciendo círculos desde mi primario movimiento circular, acogiendo al círculo que me permite respirar.

Acogiendo la quietud que me permite moverme, acogiendo la muerte que me permite vivir.


Aquí, ahora, en el único tiempo, acojo el todo que me permite la nada, espacio sagrado que me permito habitar para crearlo todo.
Eterna sucesión, anclada en el silencio que mueve el mundo, anclada en el silencio que lo detiene, mientras ocurre la escucha, mientras ocurre todo lo demás, permito, permito, permito... y acojo, y nutro, y devuelvo...


Me muevo a la velocidad del amor.
Me permito la rendición y la entrega, me permito ser un canal circular por donde circula el amor, venga de donde venga, vaya a donde vaya, se manifieste como se manifieste. No puedo dar más que lo que me doy a mi misma. Y me permito inspirar el amor que está aquí y ahora, disuelto en cualquier lugar que enfoco, me permito que circule en mi circular organismo, me permito dármelo, y me permito exhalarlo para que siga circulando allá a dónde quiera dirigirse.