lunes, 24 de septiembre de 2012

Existen cuerpos que hablan sin parar de lo que su voz aún no conoce. Cuerpos conscientes de su mente dormida que dan la cara por el cerebro que los mantiene en pie. 

Deseo tanto tu cuerpo despierto que a veces me miento queriéndote a ti.



Si de desistir se trata, será mejor que me deje aquí.

lunes, 10 de septiembre de 2012

No quiero tropezarme y que se me caiga este bonito cristal de las manos. Donde la luz rebota y se hace un arco iris.
Nunca pierdo la esperanza de acudir a su llamada y dejar que me engulla para siempre.
Ella oscila como los árboles, y su piel es una sabana blanca que huele a lavanda, que oscila en un tejado de tiza blanca, tendida sobre un cordel oxidado. Juraría que pertenece a Mikonos sino fuera porque este lugar es un cuento de hadas.
El profundo agujero en el que caes tras tropezar un atardecer con una piedra en el bosque. 

Ella oscila como la mirada de un niño. 

Nunca pierdo la esperanza de acudir a su llamada y dejar que me engulla para siempre.
Los pies descalzados sobre la tierra mojada. La mugre entre los dedos. El sonido de mis manos acariciando la corteza deja un rastro de virutas de piel.  

Uno, dos,  y tres.

Uno, dos,  y tres.

Uno.

Dos.

Y tres.

Acudo a su llamada y me suplico dejarme engullir para siempre.
Recojo el polen en una bocanada de aire. Suspiro. Alzo la cabeza. Las hojas secas en mi espalda crujen perezosas. Buenos días, dormilonas.

Esta niebla, esta calma.

Ella oscila como los primeros rayos de luz de la mañana. 
Yo me vomito desgarrándome y me convierto en mariposa.

A ti te dejo mi crisalida oscilando en tus pestañas.
De las cuencas de mis ojos surgirán nidos de pájaro.