Ahora
descubro una nueva dimensión del mar. Una visión más clara, más sencilla.
A lo
largo de años regresivamente aquellos sueños, aquellos tsunamis…
La
sensación siempre tan perneada en lo profundo de mí acerca de que los demás me huyen
cuando… ya, no hace falta explicarlo. ¿Quién no saldría corriendo si viera al
mar, bravo, bravo, erecto sobre si abalanzándose, amenazando con llevárselo
todo consigo a sus profundidades a la vuelta de su paso?
Yo, Yo, Yo. Levanto el
brazo diez veces.
Soñando
soñaba cómo venían una tras otra las enormes olas y gozosa me sumergía en ellas
y no entendía por qué el resto huía…
Y así,
en mi día a día, he ido identificándome con las olas, presa de ellas esperando
que el resto me siguiera… o lo que es peor, me rescatara de lo que no soy.
¿Quién,
si no otro pirata, seguiría a un pirata?
No soy
un pirata, no soy un líder, no soy un héroe, no soy la ola, no soy.
A veces
el mar estaba tranquilo, tranquilo… y yo nadaba en él, sola, libre de cualquier
ola.
Buceaba
buscando un tesoro.
Una vez,
una única vez soñé que lo encontraba. No recuerdo
qué era, ni si quiera que fuera algo.
Sin
embargo, sin embargo…
ahora lo sé, siempre lo he
sabido.
Desde allí donde esté...
el cuenta cuentos me ha enviado esta postal, este regalo...
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