Algo ha cambiado. Algo se ha movido, se ha ido, algo ha
cambiado. En mi cuerpo. Entiéndase cuerpo como todo el conjunto de lo que soy.
Corporal, mental, etérea. Movimiento,
voz, contacto.
Me he dado profunda cuenta de hasta qué punto necesito el
silencio y la soledad. De hasta qué punto me perturba que me los arrebaten
(arrebatármelos…).
Algo ha cambiado y lo siento profundamente en el pecho, en
todo su conjunto. Lo siento en las tetas, en el esternón, en el vacío entre mis
costillas bajo él, en lo que ocurre tras mi ombligo y bajo él, en mi vagina
cuando sangra, en mi mente cada mañana al despertar. En cómo se comunican mis
manos con mi cuerpo. Algo ya no está, no se mueve, no habla, no lo siento. Lo
he visto mientras me miraba actuar hace un rato. De verdad, no sé cómo explicar
lo que he visto. Lo que siento, tal vez mejor dicho, no sé. Ambas
Me siento “extraña” de un modo extraño para mí, es una
extrañeza abierta. No es algo que va hacia dentro o que succiona, es algo que
va hacia fuera, que expulsa de un modo… extrañamente abierto y simple, fluido.
Algo se ha ido y otra cosa se ha asentado en su lugar. No sé
cómo decirlo, la verdad es que no quiero decirlo.
No quiero deciros.
Me siento fluida. Mi cuerpo es el sofá, cama, montón de
nubes más cómodo del mundo. Estoy feliz
y cómoda en él cómo no sé si alguna vez lo he estado. Tan cómoda… tan simple... tan agusto
Hoy es el cumpleaños de mi madre.
Te quiero, mami, felicidades.
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