lunes, 1 de agosto de 2016

La danza de la lluvia, o el poder del Aquelarre


Estaba escuchando una canción, previamente y durante su reproducción han sucedido muchas cosas. La lluvia, por ejemplo. 
Escuchaba una canción con los ojos cerrados y se ha puesto a llover. Me he relamido recordando el último cielo que han visto mis ojos antes de que los cerrara. Blanco, blanco, mullido.

Poco después ya no escuchaba la canción,  aunque seguía sonando y me vibraba el cuerpo lleno de ella. Entraba por el balcón abierto un aire ligero, delicioso, y fresco, que se sigue arremolinando, ahora, todavía en mis tobillos. Sopla el puente en mis pies y se dispersa.

Escuchaba una canción con los ojos cerrados y se ha puesto a llover, la promesa de la lluvia antes de cerrarlos es dulce como la miel.
Oh… realmente tenía un sabor en la boca al que bautizaremos dulce como la miel. 

- ¡Y qué miel! -

Pensaba mientras relamida volvía a la canción. 
Al momento siguiente sentí la presencia de una niña. Ahí había una niña, saltando dentro de mi tripa, bailando con los ojos cerrados bajo la lluvia. 

Con los ojos cerrados la niña soñaba la lluvia, y la rezaba para que cayera, deseosa de que se cumpliera la promesa del cielo blanco unos momentos antes. Había una niña en mi tripa celebrando la lluvia, y yo, con los ojos cerrados, mientras escuchaba una canción, sentía la expresión de su deseo en mi garganta. Ella estaba ahí, lo juro, bailando, celebrando la lluvia. Te juro que estaba escuchando la canción del cielo roto con los ojos cerrados y se ha puesto a llover. 
Y además allí había una niña bajo la lluvia bailando, en la esquina de una calle con otra, celebrando la lluvia. Yo he visto claramente a la niña y a cada gota de gruesa lluvia impactando en su cuerpo. Y al mismo tiempo, he sido plenamente consciente de que no estaba lloviendo, de que estaba viendo simplemente a una niña bailando con los ojos cerrados, nada más.

Mientras sentía todo eso, con los ojos cerrados, escuchando la canción… he comprendido algo, y no tengo nombre para ello. He comprendido a esa niña en mi tripa, he comprendido como su deseo, su sueño, su motivo… siendo soñado con la mente abierta, el cuerpo entregado y los ojos cerrados… con cada movimiento, la vibración de sus células, emanaba algo así cómo filamentos de luz, como un coagulo de sangre menstrual en una bañera de agua. Por si nunca has visto uno, su forma y el modo en que se mueve es como una neurona. Como hilos rojos que tejen la vida.

Con cada movimiento, la vibración de sus células, emanaba algo así cómo filamentos de luz, y entonces comprendí algo para lo que no tengo nombre. Cada filamento de luz saliendo de su cuerpo en todas direcciones, arriba, abajo, a un lado, al otro… en diagonal, en vertical… cada filamento de luz era una gota de lluvia cayendo del cielo e impactando en su cuerpo, en el de la niña, bailando.

Hace un rato he comprendido algo para lo que no tengo nombre, había una niña bailando, que con los ojos cerrados, simplemente, deseaba e imaginaba la lluvia, impaciente por la promesa del cielo blanco, se había anticipado e inaugurado el baile. Sin embargo no llovía, y yo, claramente, estaba viendo y también sintiendo, la lluvia caer e impactar en cada centímetro de ese cuerpo.  

He abierto los ojos, he mirado el cielo, se está poniendo el sol y tornando más azul. Azul claro. Y mis manos lo han tenido claro. Clack clack clack… y aquí estoy, tecleando.

Estoy sintiendo como se integra algo, el pecho me flota, me da la sensación de pecho de pájaro volando. Esta tarde creo que he estado en una reunión de dioses aztecas. En aquel momento creo que me escondía, como una niña traviesa, y escuchaba muy callada y atenta a hurtadillas. Cuando he abierto los ojos, y he mirado desde la altura que ahora tiene este cuerpo de niña, oh… que dulce miel, ha sido, descubrirme espiando, y sentir la caricia de las voces que hablaban con cariño para mí, a sabiendas de mis fechorías. 

Esta tarde, en mi universo, he cultivado miel y después me la he comido. No ha sido hasta hace un rato que he sabido que no tengo nombre cuando veo.

Y estas son algunas de las cosas que han ocurrido durante y previamente a la canción. Y estas son algunas otras que han ocurrido después.

La cuestión es que he empezado comiéndome la miel de ayer y la de hoy. Y ya hace tiempo que tejo la de mañana.

Ahora…. Ahhhh… el aire fresco sigue entrando por el balcón, ahora la niña abre los brazos agradecida al cielo tumbada bajo los árboles al sol, escuchando los cascabeles en las hojas.




- Hace un rato he bailado bajo la lluvia y ahora estoy aquí tumbada, viendo y escuchando cascabeles en los árboles mientras sopla el viento. No entiendo el lenguaje de las hojas, y no me importa. ¡Es tan bello, de todos modos! ¡Qué chula es la vida! ¡Y qué buena está esta miel! -

He escuchado una canción, he nacido y he descubierto que sé hacer miel, y qué me sale buenísima. Y que me encanta mi propia miel.

Acabo de darme cuenta de que hace muchos ayeres, e incluso inconscientemente todavía en el ayer más reciente, lloraba mi tierra infèrtil. Y hoy, ha florecido y al mismo tiempo ha ocurrido todo lo demás, todo lo de después, todo lo de antes. Sobre todo el invierno y los árboles en Alemania.

He copiado y pegado el texto en este espacio, lo he (que se dice) editado, y después me he dado cuenta de que cada cosa que hago la celebro y nazco. No importan las veces en las que he llorado inconsciente de la celebración, mientras sucedía en el llanto. Tampoco las veces en las que sí. Y ahora me pregunto ¿entonces, es por eso, y nada más, qué es tan importante llorar? 

- Oh... cariño ¡muack! así es, nada más, y eso permite que llegue todo lo demás. ¿Recuerdas aquella planta que sembraste en el colegio y dejaste de regar? -

La niña siempre está ahí, no ha aparecido de golpe. La niña también es Dios, y me ha recordado el universo. Simplemente se ha manifestado, y ha llovido, y me ha recordado.

Y he comprendido algo, para lo que no tengo nombre, ni necesidad de buscarlo. Hoy empieza agosto y le pregunto, ¿qué traes, amigo? y qué te llevas, qué me dejas...

Ai... Recuerdo olvidando. 
Las olas van...
las olas vienen...

La luna está casi negra y una anciana está peinando el pelo de la niña en mi vientre.  
Mientras, la niña en mi vientre, se pregunta "¿Por qué si a las estrellas de mar las llamamos estrellas porque Son como las del cielo... no nos damos cuenta de que Son como las del cielo porque nosotros dibujamos las estrellas de ese modo y sin embargo, se supone, las estrellas Son esféricas? Quiero decir... jolín, que las estrellas de mar Son iguales que las del cielo, porque así lo hemos decidido, porque así las hemos creado. Son iguales, claro que Son iguales, están hechas del mismo compuesto. Y sin embargo, la una al lado de la otra, parecen tan distintas... y son iguales porque así hemos decidido Verlo" 

Abuelita, abuelita...... la segunda vez lo digo más bajito, saboreo las sílabas íntimamente. 

Abuelita, a bue li ta...... dime, cuando hablo, ¿hablo como una niña? no sé si me explico ahora y nunca. Quiero decir, ¿cuando hablo se nota que estoy aprendiendo a explicarme? 

Y así, al final, el universo se encuentra a si mismo. Y cuando se abraza hasta la próxima se olvida. 

La cuestión es que quiero a esa niña, y le digo que no se preocupe, que simplemente camine, que simplemente aprenda, que simplemente se sorprenda. Experimenta, experimenta... En cada pregunta está la respuesta. 

Una cosa lleva a la otra, es siempre la misma. 
Hoy, cuando me he despertado, en la ventana del salón el cielo seguía blanco, blanco. En mi habitación, más azul que ayer tras la canción.

La vida se crea, se teje... bailándola, celebrándola.



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